La preciosa sonrisa
que carga su fino rostro,
el exquisito color de piel,
aquella cintura semejante
a las recolectoras de la dulzura,
la espalda breve, las manos
inquietas, suaves y revoltosas,
su boca pintada de arrebol,
la lengua acuosa y pervertida,
la estatura perfecta,
pequeña preciosa,
la elección correcta de perfume,
incluso las ropas precisas
que dibujan su figura apetitosa...
no son más,
que una tonelada de mentiras.