Me perdí en el arrebol de tus ojos
dejándome llevar por tu efervescente sonrisa,
abracé con mis oídos cuanto emanó de tu boca,
até con mi mente mis brazos, por respeto,
para contener mis deseos casi obscuros
de abrazarte y tenerte tan cerca de mi calidez,
porque nuestro encuentro, fue una serendipia.
Aún percibo en mis recuerdos tu etéreo rostro,
lo pienso, y sin duda se torna inefable, aunque diáfano,
tan breve encuentro, mi corazón golpeó mi pecho
con tal fervor, que desde ese día tu imagen me estremece.
Cuando llegas a mi mente olvido las cacofonías del día
y sólo oigo el melifluo sonido de tu voz,
acariciando mis oídos excitados con tus palabras;
tu mezcla de vocales y consonantes son elixir,
y déjame ser honesto querida...
adoraría estar a un segundo de tu boca pintada de
iridiscencia de invierno.
Asesinas tiernamente mis sueños, mis recuerdos,
te atraviesas fugazmente por mis pasillos
construidos con dolor y olvido,
dejando tu estela de alegría y primavera indómita.
A veces te deseo tanto, imagino tus manos
revoltosas por mi cuerpo, tu boca dulce,
a veces tal vez te amo como la última gota de agua
que busca el desaparecido en Atacama,
como el esquizofrénico persigue sus ideas,
te acosaría con versos, mi guitarra, y un Merlot.